John Kukreja conoce gran parte del mundo. Nacido en Nueva Delhi y, ahora, gerente general del histórico complejo Oasis at Death Valley, Kukreja pasó gran tiempo de su niñez en la base del Himalaya, en donde su familia visitaba a su abuelo, un ingeniero civil. Antes de incursionar en la industria hotelera, la carrera peripatética de Kukreja lo llevó a lugares tan diversos como un hotel lujoso en el Mar Rojo en Arabia Saudita y algunas propiedades emblemáticas de California, como Shutters on the Beach y Casa del Mar en Santa Mónica.
Pero a pesar de todos sus viajes y años en la industria hotelera, nada preparó a Kukreja para el Parque Nacional Death Valley. El día de verano que llegó para entrevistarse en Oasis, la temperatura llegó a los 50 grados centígrados. Luego, en su primer día de trabajo, la máxima alcanzó los 53,3 grados. “En la industria hotelera, a estas temperaturas las llamamos ‘cálidas’”, bromea Kukreja.
Como dicen, es un “calor seco”. Y, tal como le contará Kukreja, Death Valley, a pesar de su inquietante nombre y su reputación como el lugar más caluroso del planeta, la mayor parte del año es un paraíso desértico. Además, su viaje diario al trabajo definitivamente ha mejorado. “Durante un buen día, mi viaje al trabajo solía ser de una hora y diez minutos. Durante un día malo, era de tres horas”, cuenta. “Ahora, tardo treinta segundos. En carrito de golf”.
Las personas miden el tiempo que pasan en Death Valley según el número de veranos que sobrevivieron. Hasta el momento, Kukreja y su esposa Michal pasaron siete veranos allí y han aprovechado todo lo que Death Valley tiene para ofrecer: amaneceres en Zabriskie Point y caminatas por coloridos cañones erosionados que simplemente revelan cuán hermoso puede ser el desierto en realidad. Incluso, se puede jugar al golf en Furnace Creek Golf Course en Death Valley, el campo de golf con menor altura del mundo, a 65 metros por debajo del nivel del mar.
Antes de hacer la entrevista con Xanterra Travel Collection, la empresa propietaria del complejo, Kukreja ni siquiera sabía donde estaba exactamente Death Valley. El trabajo lo atrajo porque Xanterra se estaba embarcando en un proyecto de mejoras por $23 millones con el fin de preservar el carácter histórico del complejo y, a la vez, modernizar la propiedad que abrió por primera vez en 1927. Ese esfuerzo se expandió en un proyecto de $150 millones, mediante el cual se añadieron casitas, cabañas, edificios comerciales, el Last Kind Words Saloon de estilo occidental y una nueva plaza inspirada en España, para no mencionar algo imprescindible en el desierto: una heladería. La sustentabilidad jugó un gran papel en el proyecto: el complejo mejoró su eficacia energética y también introdujo un montón de medidas para ahorrar agua.
Vivir en Death Valley significa que Kukreja, Michal y sus cuatro hijos forman parte de una exclusiva comunidad de empleados del complejo y del parque nacional, muchos de ellos con familias. Death Valley es como cualquier otro pequeño pueblo estadounidense, aunque más seco y con partidos de fútbol, no a unos pasos, sino a una hora de distancia.
“Al principio, hubo un día en el que recuerdo caminar hacia afuera con mis hijos y uno de ellos dijo, ‘Ey papá, hoy está lindo afuera’. Miré la temperatura y hacía 47,7 grados. Y pensé, ‘Un jonrón. ¡Los tenemos!’”
LOS CINCO MÁS FAVORITOS
Estas son algunas cosas más que John Kukreja sugiere hacer durante una visita a Death Valley.
Una vuelta colorida: “los visitantes no se dan cuenta de que el Parque Nacional Death Valley es más que distintos tonos de marrones. Artists Palette es una formación en la que metales oxidados y sustancias químicas crearon colores increíbles en las rocas. Es en un circuito, y uno ni siquiera tiene que bajarse del automóvil para ver los colores”.
Vistas del cañón: “Mosaic Canyon está aproximadamente a 45 kilómetros del complejo y, al principio, parece que uno camina por el terreno común del desierto. Luego, llega al cañón. Allí, el mármol y el granito que hay dentro son increíbles. Es imponente. El cañón se hace más estrecho y serpentea por muros de piedras sinuosos que se pulieron por los flujos de escombros provenientes de crecidas, un poco de espectacular geología de Death Valley para disfrutar en una caminata relativamente breve.
Caminata familiar: a solo unos pocos minutos de Oasis, la relajada carretera hasta Golden Canyon va por las accidentadas zonas agrestes de colinas de barro erosionadas. El cañón recibe a muchos visitantes; Kukreja prefiere ir de caminata los sábados a la mañana temprano. “Este es mi lugar elegido porque tengo hijos pequeños”, afirma. “Es sencillo y con el sol que cae en diferentes ángulos, casi todas las veces que lo visitamos, luce diferente”.
El punto más bajo: “a 85,95 metros por debajo del nivel del mar, Badwater es el punto más bajo de América del Norte. Si uno mira hacia arriba desde el punto más bajo, hay un cartel en un acantilado que marca donde es realmente el nivel del mar. Es genial mirar el valle y darse cuenta de que uno está parado por debajo del nivel mar y que el Monte Whitney, a solo dos horas y media, es el punto más alto de los 48 estados contiguos”.
Cena en el desierto: “no queríamos que el salón comedor del hotel sea muy formal, por lo que tiene un clima relajado de restaurante pequeño, pero con comida de lujo. Las vistas del desierto son estupendas. Cuando uno piensa en el desierto, piensa en sal y calor, y granada y cítricos, así que hemos tratado de incorporar esos sabores de los alrededores en un menú. Una sensación de comida de la granja a la mesa”.