Esta tierra del vino, a menudo inadvertida, a alrededor de una hora de viaje en auto al este desde San Francisco, es uno de esos lugares que le harán sentir que ha tropezado (felizmente) con un tesoro secreto. No es extraño entrar en una bodega y tener el lugar casi para usted solo, en particular si viene en primavera, momento del año especialmente agradable, cuando las colinas circundantes se tornan verde esmeralda y las hojas nuevas brotan de las vides enroscadas.
El Valle Livermore, ahora hogar de más de 40 bodegas, tiene una añeja tradición vitivinícola: el padre fundador Robert Livermore plantó vides aquí, por primera vez, en el decenio de 1840, seguido por C. H. Wente y James Concannon a comienzos de 1880. Fue en ese entonces cuando se establecieron las etiquetas que mantienen su fama en el presente. La región también posee un legado sólido en todo el estado: según el Instituto del Vino, el 80 por ciento de la Chardonnay de California se puede rastrear genéticamente hasta el Valle Livermore.
Comience su visita con un paseo por la ondulante Tesla Road (recibió ese nombre antes de la empresa automotora, dicho sea de paso). Deténgase en La Rochelle para degustar el Pinot Noir. Al lado, en Steven Kent Winery, pruebe el Cabernet Sauvignon, o haga una parada en Tamás Estates para degustar un refrescante Pinot Grigio y otros varietales italianos. Ahora diríjase a la Arroyo Road para recorrer Wente Vineyards, la bodega administrada por una familia más antigua de California. ¿Las mejores elecciones? El Cab recibe ovaciones, al igual que el Sauvignon Blanc, cultivado en la finca.
La ciudad de Livermore también tiene sus encantos... Las residencias históricas con sus porches envolventes y la bella Blacksmith Square rodeada por (¿adivinó?) más salas de degustación, que representan a algunas de las bodegas más pequeñas de Livermore. Deguste los vinos espumantes de California producidos por Battaion Cellars, así como las cosechas orgánicas cultivadas localmente por Retzlaff.
